jueves, 19 de marzo de 2020

La humanidad pende de un virus

Malos tiempos para la humanidad que pende de un microscópico virus. Una cura de humildad que dudo que sepamos aprovechar. Primero el hombre creo a dios,  luego se creyó que lo era y ahora descubre sus pies de barro. Lo malo es que no aprendemos de los errores y, si superamos esta plaga, corremos el peligro de continuar esa carrera cuya meta anuncia la extinción.



LA HUMANIDAD PENDE DE UN VIRUS

La humanidad, jinete apocalíptico,
creía sojuzgar a la naturaleza,
y hasta se planteaba
clonar al ser humano en inmortal
en perversa simbiosis con la máquina.
Alguien predijo: “El hombre será dios”;
pero que sagas de chamanes lo inventasen

para tener poder sobre la plebe,
no es lo mismo que serlo.

La creación, venga de donde venga,
se venga y pone las cosas en su sitio.
Un virus microscópico se muda
del animal al hombre,
que descubre lo débil que es su fuerza,
lo poco que conoce, lo mucho que amenaza su futuro.
Se acabó el “just in time”, vuelve la cuarentena,
la peste ha regresado al “altoevo”.
La cura de humildad no cura al cuerpo,
pero avisa a las almas.

Cuando todo esto acabe,
quizá tengamos la oportunidad
de empezar otra era
cambiando paradigmas y parámetros.
Pero mucho me temo que olvidemos
y, por recuperar el estatus perdido,
empiece otra carrera
que lleve a recorrer errores anteriores
en que la meta tenga por rótulo "Extinción”


Ricardo Fernández Esteban ©


Poco más que añadir. Ojalá me equivoque y todo esto quede como un mal recuerdo, que nos sirvió para cambiar el rumbo hacia un mundo sostenible y más justo. Ojalá, pero dudo que sepamos girar la rueda del timón en busca de otros horizontes, no lo hemos hecho antes y siempre hemos preferido navegar de corsarios antes que formar una gran flota solidaria. Quizás esta sea la última oportunidad, no la desaprovechemos.

ESPINELAS DEL CONFINAMIENTO:

Durante el confinamiento he pensado que no podíamos quedarnos callados ante esa reclusión domiciliaria, por eso del 26 de marzo al 1 de mayo (en que ya nos liberaron parcialmente) he ido publicando una espinela diaria sobre lo que sentía y deseaba; aquí las tenéis ordenadas.


Adenda de 26.3.20: He publicado el la web cultural "Las nueve musas" un artículo sobre ¿Cómo mejorar la comunicación entre el autor y el lector de poesía? en que aprovecho este poema "La humanidad pende de un virus" para comentar su texto y sobre todo su estructura métrica, de forma que sea más fácil descubrir el ritmo que el autor dado a su poema. Además, propongo algunos diacríticos para facilitar esta lectura. Hay dos pequeños cambios en el poema para poder comentar ejemplos de lo expuesto, una pequeña licencia que espero me permitáis.

Si ese artículo os anima a profundizar en temas de métrica poética os dirijo a mi tratado: "Métrica poética del idioma español".



4 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Tengo pocas esperanzas, Ricardo, creo que tarde o temprano superaremos esta epidemia. Dejará secuelas dolorosas en la economía y en la calidad de vida. El estado del bienestar quedará herido de muerte y probablemente el mapa del mundo lo tendremos que dibujar de otra manera, parece que está claro que el actual paradigma social se trastocará.
Ya sabes que en más de una vez, de forma más o menos jocosa, he dicho que nos esperaban setecientos años de miseria creativa y de indigencia social. Lo decía viendo la tendencia de la expresión artística y de la evolución del pensamiento estético desde la caída de Movimiento Moderno y la entrada en la posmodernidad y viendo también los ciclos históricos: la caída de Imperio Romano al que le siguieron centurias de miseria y hambre, las ciudades se vaciaban y las gentes huían despavoridas al bosque a malvivir entre el barro, aquella gentes habían de soportar las tiranías feudales y los sermones dogmáticos que rebotaban en los muros del románico. En el "altoevo" también hubo unas epidemias y pestes que acabaron con buena parte de la población de Europa; luego más tarde, después de guerras de 100 años y guerras de 30 años también hubo epidemias y miserias.
Todo parece cíclico. Poca esperanza. Ahora nos queda nuestra capacidad de adaptación y que nos sea leve.
Un fuerte abrazo
Francesc Cornadó

Ricardo Fernández dijo...

Sí Francesc, vienen tiempos difíciles. La humanidad, o mejor algunos de sus miembros destacados se creían cuasidioses y esto les hará volver a la realidad. La globalización actual hace que la humanidad sea más vulnerable por la rapidez de los contactos y el "just in time" con que funciona la economía global.

Nos podría servir para reflexionar, pero me temo que volvamos a las andadas.

Un abrazo

Ángela dijo...

Me atrevo a opinar para contrarestar el pesimismo que vislumbro en vuestras lineas. ¿Por qué no pensar que de esta convulsa situación puede nacer un Hombre Nuevo? Un Hombre que tenga en consideración a sus semejantes, que no los utilice como peones para su propio beneficio, que priorice el bien común, que sostenga al más vulnerable, que eduque en la no violencia, la igualdad entre hombres y mujeres, el amor a la natureleza, el respeto a los mayores, la curiosidad por las artes y las ciencias, que no distinga entre razas ni paises, que entienda la justicia como reparación y no como venganza...
No sigo ennumerando lo que serían mis deseos...Y supongo que también los vuestros.

Mario Martín Lucas dijo...

Enhorabuena, Ricardo, por el sugerente poema que has escrito en relación a esta pandemia que estamos sufriendo, haciendo votos para que no veamos, nunca, esa meta con la palabra extinción.
Personalmente me resisto a pensar que el brote de este virus sea una reacción espontánea producida por la propia naturaleza, seguramente tiene que ver con mi parte más racional que me impide pensar que el hombre no forme parte de una estrategia diseñada para cumplir determinados objetivos. En todo caso se observan dos tomas de posición al respecto y sobre ellas se podría aplicar la célebre cita de uno de los más bellos poemas de Ramón de Campoamor, aquel que dice: «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira».
Un fuerte abrazo, Ricardo.