Descubrí a Carlos Alcorta (Torrelavega, Cantabria, 1959) al abrir Milenio Ultimísima Poesía Española, antología que publicó en 1999 Basilio Rodríguez Cañada en su editorial Sial y que os recomiendo. Este encuentro me complace mucho y comienzo con un poema que era inédito y no sé si aún lo continuará siendo.
ACUSE DE RECIBO
Algunos -será cierto- con el paso
de los años parecen resignarse,
aprenden a vivir aparentando
indiferencia frente a la pasión
o el deseo de mejorar su vida,
temen, como tú, resucitar viejos
fantasmas y pasar noches en vela
rememorando sueños incumplidos.
Yo, sin embargo, libro una batalla
encarnizada con la incertidumbre
y sé que el fracaso es mi peor
enemigo. Déjame en un segundo
plano y habla, si quieres, de tus desdichas,
de cómo arrojar por la borda el lastre
de un amor acabado. En esta historia
tú eres el personaje principal,
yo simplemente un actor secundario.
Carlos Alcorta
Continuo explorando y en la revista Luke encuentro un poema sobre Sunion, ese balcón sobre el Egeo al sureste de Atenas donde se levanta un tempo dedicado a Poseidón. Y así uno dos de mis aficiones: el Egeo y la poesía
SUNION
Al iniciar el viaje hacia el antiguo
promontorio de Atenas me había imaginado
contraviniendo reglas, encubriendo
mis reprobables intenciones,
capitulando ante mi yo más fiero,
ese que blande en sueños la fusta sobre el belfo
embridado del manso y aturdido animal
de tiro, pero cuando llegué al Cabo
me sentí como si algo por dentro, un hipotético
guardián me amonestara despertando
la conciencia, por eso no procedí
como tantos turistas extranjeros
–recuerdo, y los folletos
publicitarios lo acreditan,
el nombre de Lord Byron–
que grabaron su firma con rotundas
evoluciones de un vulgar cincel
en la piedra gastada de Agrileza
al visitar el templo. Su alzamiento
rompe la fina línea que aísla
el mar del cielo. El pensamiento
también delinque.
(Conmueve sospechar
la candidez de aquellos que confían
a la escritura el don sagrado
de la inmortalidad).
Contemplé, como si en la luz quedaran
suspendidas, las formas celestiales
de las columnas que hacia el distintivo
estival ascendían desde una cota opuesta
al estilóbato, vi cómo ceniza y sombras
se internaban, arriadas sus velas, en un mar
dócil, amansado, cárdeno, sólo mío.
Por un momento el mundo se detuvo.
Cuando contra mi piel
repercutía el canto de los pájaros
y se ahormaba contra el fuste
quebrado de pilastras confinadas
en un drenaje casi sumergido
la espuma de las olas,
me supe un dios caído a quien pronto abandonaría
la juventud que entonces disfrutaba.
Ahora, satisfecha la deuda contraída
con mi otro yo, una foto en blanco y negro
que decora los últimos peldaños
de la escalera, guarda del recuerdo
una subordinada y redundante
sensación de melancolía,
tan similar a la de quien observa
en la vitrina una distribución
de extravagantes lepidópteros
que temo, muchas veces, confundirme.
Carlos Alcorta
ese que blande en sueños la fusta sobre el belfo
embridado del manso y aturdido animal
de tiro, pero cuando llegué al Cabo
me sentí como si algo por dentro, un hipotético
guardián me amonestara despertando
la conciencia, por eso no procedí
como tantos turistas extranjeros
–recuerdo, y los folletos
publicitarios lo acreditan,
el nombre de Lord Byron–
que grabaron su firma con rotundas
evoluciones de un vulgar cincel
en la piedra gastada de Agrileza
al visitar el templo. Su alzamiento
rompe la fina línea que aísla
el mar del cielo. El pensamiento
también delinque.
(Conmueve sospechar
la candidez de aquellos que confían
a la escritura el don sagrado
de la inmortalidad).
Contemplé, como si en la luz quedaran
suspendidas, las formas celestiales
de las columnas que hacia el distintivo
estival ascendían desde una cota opuesta
al estilóbato, vi cómo ceniza y sombras
se internaban, arriadas sus velas, en un mar
dócil, amansado, cárdeno, sólo mío.
Por un momento el mundo se detuvo.
Cuando contra mi piel
repercutía el canto de los pájaros
y se ahormaba contra el fuste
quebrado de pilastras confinadas
en un drenaje casi sumergido
la espuma de las olas,
me supe un dios caído a quien pronto abandonaría
la juventud que entonces disfrutaba.
Ahora, satisfecha la deuda contraída
con mi otro yo, una foto en blanco y negro
que decora los últimos peldaños
de la escalera, guarda del recuerdo
una subordinada y redundante
sensación de melancolía,
tan similar a la de quien observa
en la vitrina una distribución
de extravagantes lepidópteros
que temo, muchas veces, confundirme.
Carlos Alcorta
Y aquí os dirijo a otro poema de Alcorta colgado en el blog de
Anton Castro, donde el poeta nos demuestra la altura poética que se puede
alcanzar tratando un tema deportivo, en concreto un descenso alpino en bici. En el blog de Carlos Alcorta "Literatura y arte", que os recomiendo especialmente, podréis leer su bibliografía y los interesantes artículos y reseñas que publica.
Os dejo con un video del poeta recitando Nubes en el cielo de Parma y con la recomendación de que lo leáis más, como voy a hacer yo.
Adenda de noviembre de 2022: Carlos Alcorta publicó en 2015 un nuevo poemario Ahora es la noche aquí tenéis una reseña y unos poemas .
Adenda de noviembre de 2022: Carlos Alcorta publicó en 2015 un nuevo poemario Ahora es la noche aquí tenéis una reseña y unos poemas .
Y en 2020 ha publicado Fotosíntesis, aquí tenéis una reseña del libro.
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