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lunes, 5 de febrero de 2024

Paseando por Barcelona

Este poema trata de mi ciudad, de Barcelona, con la tengo una relación de amor y desamor. Amor cuando recobra sus encantos fuera de temporadas turísticas y desamor por lo que se convierte cuando es invadida por tanto visitante. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? No, fue distinto, igual que lo éramos nosotros y quizá por eso lo hemos mitificado.

La plaza Real, extrañamente vacía

PASEANDO POR BARCELONA

He vuelto a caminar por mi ciudad
en este invierno que sabe a primavera,
sin estar rodeado de las hordas turísticas
a las que les vendimos el alma y el encanto;
ya volverán en temporada alta,
pero hoy me reconcilio
y recorro las calles, como antaño,
de la “ciudad de los prodigios”.
Hay nuevos escenarios,
todo lo vivo cambia, como he cambiado yo,
¿o soy el mismo hoy, que cuando recorría
esa “ciudad canalla” hace ya tantos años?
El prisma de la juventud mitificó
recuerdos y lugares que sin duda
hoy sentiría de forma diferente.
Por eso, en esta cálida mañana
que engaña al calendario,
intento aprovechar mi Barcelona,
permutando un antaño, que ya no volverá,
por el disfrute de un presente,
mientras me deje el veterano cuerpo
que transporta mi espíritu.
Y cuando vuelva el aluvión e inunde la ciudad,
esa “Barcelonandia” que no sentimos nuestra,
será el momento de migrar a uno de esos lugares
que mantengo en secreto
para evitar que se conviertan, como otros,
en paraísos tristemente perdidos.

Ricardo Fernández Esteban (I-2024) ©


El mar desde el parque Guell

He dedicado varios poemas a Barcelona. Entre ellos en "Barcelona, ciudad canalla" recuerdo la época preolímpica y preturística de los 70's y 80's del pasado siglo y su ambiente que hemos mitificado por aquello de que coincidió con nuestra mitificada juventud. Luego ha sufrido, sobre todo en verano, la invasión turística que la ha desnaturalizado y convertido en ese parque temático que denomino "Barcelonandia". Por suerte, en épocas poco turísticas aún la podemos disfrutar, sobre todo si evitamos ciertas "zonas cero".


Nota técnica: Este poema, que algunos calificarán de prosaico es una silva de impares blanca sin asonancias perceptibles que combina heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos, dodecasílabos (7+5), alejandrinos y hasta un tridecasílabo cuaternario (en el penúltimo verso), conjunto que mantiene un ritmo armónico y justifica los cortes versales. Para mi, la existencia de ese ritmo acentual interno es lo que distingue a un poema de la prosa. Otra cosa será si escribimos sobre profundos sentimientos líricos, que pueden justificar un verso libre.

Si estáis interesados en conocer los fundamentos métricos, en mi libro "Métrica poética del idioma español" se explica todo lo relacionado con metros, ritmos, rimas y distintos tipos de estrofas, con muchos ejemplos y de modo que sea riguroso y a la vez no complicado de entender. Como siempre digo: "Hay que conocer las normas, aunque sea para saltárselas, ya que en caso contrario el salto es al vacío". Leed este u otro de los manuales de métrica disponibles en el mercado y podréis construir un poema con ritmo.