Este poema trata de mi ciudad, de Barcelona, con la tengo una relación de amor y desamor. Amor cuando recobra sus encantos fuera de temporadas turísticas y desamor por lo que se convierte cuando es invadida por tanto visitante. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? No, fue distinto, igual que lo éramos nosotros y quizá por eso lo hemos mitificado.
La plaza Real, extrañamente vacía
PASEANDO POR BARCELONA
He vuelto a caminar por mi ciudad en este invierno que sabe a primavera, sin estar rodeado de las hordas turísticas a las que les vendimos el alma y el encanto; ya volverán en temporada alta, pero hoy me reconcilio y recorro las calles, como antaño, de la “ciudad de los prodigios”. Hay nuevos escenarios, todo lo vivo cambia, como he cambiado yo, ¿o soy el mismo hoy, que cuando recorría esa “ciudad canalla” hace ya tantos años? El prisma de la juventud mitificó recuerdos y lugares que sin duda hoy sentiría de forma diferente. Por eso, en esta cálida mañana que engaña al calendario, intento aprovechar mi Barcelona, permutando un antaño, que ya no volverá, por el disfrute de un presente, mientras me deje el veterano cuerpo que transporta mi espíritu. Y cuando vuelva el aluvión e inunde la ciudad, esa “Barcelonandia” que no sentimos nuestra, será el momento de migrar a uno de esos lugares que mantengo en secreto para evitar que se conviertan, como otros, en paraísos tristemente perdidos.
He dedicado varios poemas a Barcelona. Entre ellos en "Barcelona, ciudad canalla" recuerdo la época preolímpica y preturística de los 70's y 80's del pasado siglo y su ambiente que hemos mitificado por aquello de que coincidió con nuestra mitificada juventud. Luego ha sufrido, sobre todo en verano, la invasión turística que la ha desnaturalizado y convertido en ese parque temático que denomino "Barcelonandia". Por suerte, en épocas poco turísticas aún la podemos disfrutar, sobre todo si evitamos ciertas "zonas cero".
Nota técnica: Este poema, que algunos calificarán de prosaico es una silva de impares blanca sin asonancias perceptibles que combina heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos, dodecasílabos (7+5), alejandrinos y hasta un tridecasílabo cuaternario (en el penúltimo verso), conjunto que mantiene un ritmo armónico y justifica los cortes versales. Para mi, la existencia de ese ritmo acentual interno es lo que distingue a un poema de la prosa. Otra cosa será si escribimos sobre profundos sentimientos líricos, que pueden justificar un verso libre.
Si estáis interesados en conocer los fundamentos métricos, en mi libro "Métrica poética del idioma español" se explica todo lo relacionado con metros, ritmos, rimas y distintos tipos de estrofas, con muchos ejemplos y de modo que sea riguroso y a la vez no complicado de entender. Como siempre digo: "Hay que conocer las normas, aunque sea para saltárselas, ya que en caso contrario el salto es al vacío". Leed este u otro de los manuales de métrica disponibles en el mercado y podréis construir un poema con ritmo.
Este poema dedicado a la Barcelona preolímpica y preturística de los de los sesentas a los ochentas tiene muchos guiños, unos más fáciles y otros más difíciles de reconocer. Tienen ventaja quienes vivieron en esta ciudad y en esa época, por si acaso os perdéis os los desvelo al final. Por si os apetece más escuchar, en este vídeo recito el poema.
Foto: Xavier Mirerachs
HUBO UNA VEZ UNA CIUDAD CANALLA
Hubo una
vez una ciudad canalla
que mojaba
la pluma en el alcohol
para
escribir directamente en vena:
"como todos los jóvenes yo vine
a llevarme la vida por delante";
una ciudad
en la que el bardo
rechazaba
el papel e improvisaba:
"versos de amor nunca serán literatura
si no me dejas escribir sobre tu piel";
una ciudad
en la que ella,
adivinad
su nombre, unos años atrás:
"abriéndose su blusa — Neno, no digas nada—
le ofreció los durísimos botones de sus pechos".
Hubo una vez
una ciudad canalla
en que un
tono del azul era más que un color
era un
templo pagano celestial
donde un
gato argentino
maullaba
en clave de rumba catalana
y un
cantautor galáctico
consiguió
hacer salir el sol a medianoche.
Hubo una
vez una ciudad canalla
donde la
sexta flota, en vez de hacer la guerra,
hizo el
amor en territorio chino;
izas,
rabizas y colipoterras
en traje
de faena les tiraban los tejos
mientras
agujereaban mármoles a golpes de tacón.
Hubo una
vez una ciudad canalla,
mucho
antes del turismo y de los juegos,
donde la
izquierda se divinizó
bebiéndose
las noches en la “boite”
de rojos
terciopelos, de copas infinitas,
de
taburetes que aún dominan escenarios;
una ciudad
que hacía equilibrios sobre sus propias luces,
mientras
un pijoaparte montaba un viejo Cadillac.
Hubo una
vez una ciudad canalla
con
cabaret travesti como playa de río,
con Piaf y
la Carme recordando a su hombre,
con los
niños terribles, con molinos sin viento,
con local
de voyeurs en tacita de plata,
con el
baile del tigre entre chulos y arrugas,
con el
arco kiosco en que el anís ardía,
con
aquella bodega donde el arte era eterno
y una cava
de jazz que por suerte aún resiste,
porque el
otro el frontón, que era pista de baile,
ya pasó a
mejor vida y es un sano gimnasio.
Hubo una
vez una ciudad que hoy
merece
nuevo nombre: Barcelolandia eres
pasto
turístico de masas, puro producto Disney.
Perdiste tus raíces, te has vendido hasta el alma,
y de
canalla nada, opositas a cursi.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No sé.. O es la ciudad, o es que nosotros ya no podemos aguantar el canalleo. Abierto queda el tema, se aceptan opiniones, yo acabo con canción, como empecé, y disculpad que desafine: …jóvenes…, éramos tan jóvenes…
Aquí tenéis otro poema dedicado a la Barcelolandia actual, pasto turístico que nos alimenta, pero que muchos digerimos mal. Y respecto al poema canalla, para no desafinar al final , aquí está Jóvenes cantada por Los Mustangs y unas cuantas fotos de aquellos años.
Posdata: Pasados unos días, os aclaro los guiños que no hayáis sabido desvelar. Aunque algunos habéis desvelado bastantes.
1ª Estrofa: Unos versos de No volveré a ser joven de Jaime Gil de Biedma. Un fragmento de la canción de Joan Manuel Serrat Míramé y no me toques y otros versos de Conchita era su nombre del poemario Poeta en Barcelona de José Agustín Goytisolo. Los tres fueron piezas importantes de la canallesca literaria barcelonesa de esa época.
2ª Estrofa:Zeleste era la mítica discoteca de la calle Platería, donde actuaron muchos canallas entre ellos el Gato Pérez, argentino que renovó la rumba catalana y Jaume Sisa, también conocido como Ricardo Solfa, el galáctico cantautor de Qualsevol Nit Pot Sortir El Sol.
3ª Estrofa: Los buques de la 6ª flota norteamericana fondeaban en Barcelona y los marineros se solazaban en el "barrio chino" con las profesionales del sexo. Hay un libro de la época "Izas, rabizas y colipoterras" (título sacado de un soneto de Quevedo) con fotos de Joan Colom y textos de Camilo José Cela, sobre la actividad sexual del barrio. En el restaurante Amaya de las Ramblas se conservan los umbrales de mármol del portal del edificio, que tienen unos agujeros producidos por el taconeo de las prostitutas mientras esperaban clientes en la puerta de la "Casa de Habitaciones María".
4ª Estrofa: La "Gauche divine" fue un grupo, denominado así por Joan de Segarra, de intelectuales y artistas de izquierdas, la mayoría pertenecientes a familias burguesas y un típico lugar donde se reunían era Bocaccio, la emblemática "boite" de ojos terciopelos, altas copas y característicos taburetes como el que sigue utilizando Serrat en sus conciertos. Más tarde se abrió otra disco Equilibrio, en la ladera del Tibidabo sobre las luces de la ciudad, frente a otro local emblemático, el Merbeyé donde sitúa Sabino Méndez, letrista de Loquillo su canción Cadillac solitario, cuyo protagonista podría ser otro pijoaparte venido a más en un guiño a las Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé.
5ª Estrofa: El cabaret de travestis, extrañamente tolerado en la época, era el Copacabana.
En el bar Pastís, Carme la propietaria ponía música de Piaf mientras recordaba a su marido Quimet al que Josep Maria Espinàs (uno de los fundadores de Els Setze Jutges) le dedicó una canción. Les enfants terribles era otra típica disco junto a la calle Conde del Asalto y el también emblemático bar London.
El teatro cabaret El Molino, reinaba en el Paralelo con Johnson y Mary Mistral. El Cádiz era un local especial, bar en la planta baja, baile en el sótano y en el primer piso una cama rodeada de sillas donde se representaban espectáculos pornográficos. La Paloma en la calle del Tigre era un baile clásico con sillas alrededor de la pista y "macarras" que sacaban a bailar a profesionales ya entradas en años.
El diminuto kiosco La Cazalla en el Arco del Teatro servía y sirve copas de ese licor de anís.
La Bodega Bohemia, "donde el arte era eterno" porque quienes actuaban hacía ya mucho que habían pasado su buena época artística.
La cava de jazz Jamboree aún resiste en la plaza Real los embates de turismo que ha hecho naufragar su sala contigua flamenca Los tarantos a pasto de masas.
Cerca del final de las Ramblas el Jazz Colon (junto al frontón Colón) era él local con la mejor música disco de la época, frecuentada por "progres" de zona alta, marinos americanos y gente de toda ralea amante de la buena música para bailar.
Por último, cierro el poema con Los Mustangs y su "Jovenes", un icono de los que recuerdan esas épocas.
Bueno, creo que ya os he desvelado los guiños del poema que contando me suman 27. Había muchos más lugares y personajes "canallas" en aquella Barcelona que se me han quedado en el tintero, mejor así para que si os apetece me los recordéis. Y por aquello de que la oralidad es tan importante como la palabra escrita, aquí me tenéis recitando este poema:
En el verano del 2014, me fui de vacaciones a mi propia ciudad y no la reconocí, luego repetí la experiencia en 2019, con resultado similar, y lo he vuelto a comprobar en 2023. Aquella Barcelona que se dejaba disfrutar, se ha convertido en la "Barcelolandia" que vende su alma por ser pasto turístico de masas.
"BARCELOLANDIA", UN PARQUE TEMÁTICO TURÍSTICO
Me fui de vacaciones a mi propia ciudad.
No la reconocí, no era la mía,
era un parque temático.
Ciudad que vives de venderte hasta el alma
y olvidas tus raíces, las que te hicieron única.
en una desmesura del culto a lo banal, será mejor llamarte "Nueva Barcelolandia".
Más cruceros que nadie, hoteles llenos,
orgullosa proclamas ser líder en turistas; ya son quince millones y de ellos doce "guiris", (*)
el ochenta por ciento del público en las Ramblas
y casi el cien por cien en las tiendas de lujo
o en los bazares de souvenirs horteras.
Pero hay otra visión más pesimista:
barrios desertizados por los pisos turísticos,
mantas en cada esquina, "manguis" que hacen su agosto,
borracheras y drogas, okupas y navajas,
un "Bronx mediterráneo"
que está ganando fama de ser "ciudad sin ley"
Vas a morir de éxito o fracaso;
sí, sí… ya sé que hay crisis y que así
vamos tirando y consumiendo, ¡vale!,
el pan del hoy va a ser el hambre del futuro,
y si no al tiempo que las hordas bárbaras,
cual caballo de Atila, a otros pastos se irán
cuando los nuestros se hayan agostado.
¿Es el “turismo sostenible”, una utopía?, ¿se puede regenerar esta ciudad? Vaya preguntas que haces a un escéptico. Yo prefiero decir que me encanta quien viaja, sabiendo diluirse en el entorno para ser mucho más que un mero transeúnte; y que la "ley y el orden" no es tema de derechas ni de izquierdas, sino de mera convivencia. Pero mejor me callo, sigo de vacaciones que con este discurso me van a mirar mal los que viven del cuento, o se lo inventan de modo que el final siempre suene feliz.
(*) Hay informes recientes en que el número de visitantes supera los 25 millones.
En este artículo de 2017 podréis ver los riesgos que se abaten sobre las ciudades que en la cima del éxito turístico han perdido su identidad. Como se dice: cuanto más alto se está más dura puede ser la caída. Y en este otro de julio de 2023, se ratifica que hemos vuelto y posiblemente superado las situaciones prepandémicas con una absoluta masificación.
Para que tengáis una referencia a otra época de la ciudad, preolímpica y preturística, os remito a mi poema Barcelona, Ciudad canalla, acerca de la ciudad entre los sesenta y los ochenta del pasado siglo.
Adenda de agosto de 2019: Pues, cuatro años después de escribir la primera versión del poema, las cosas van de mal en peor. La presión turística está encareciendo los alquileres, ya que son más rentables los pisos turísticos alquilados por días que expulsan a los ciudadanos de sus barrios de siempre. Por otra parte la inseguridad ciudadana y la venta ambulante aumentan en esta ciudad desnaturalizada. ¡Mal vamos!
Adenda de julio de 2023: La pandemia, que nos trajo tantas cosas malas, nos compensó al menos con una buena: bajó la masificación turística en Barcelona. Pero por desgracia en 2022 y sobre todo este año, hemos vuelto a la situación anterior y estamos sometidos a esa invasión turística, agravada por la dificultad de trasladarse a través de la ciudad, a causa de las obras, la disminución de carriles de circulación y el mal servicio del transporte público.
La ciudad va a dejar de ser una unidad de servicios y convertirse en una suma de barrios mal comunicados. Es una pena porque la oferta de una ciudad ha de ser facilmente accesible para sus ciudadanos, y entre turistas y barreras de comunicación cada vez estamos más aislados en nuestro barrio.
Me diréis que hay unos magníficos ejes verdes. Serán magníficos para los que viven allí de propiedad, porque los alquileres se han disparado y van a expulsar a sus residentes para caer en manos de inversores y turistas de altos vuelos, y además se han congestionado otras calles vecinas.
Al menos, parece que ha disminuido la venta ambulante (excepto en las playas) y se han eliminado los bicitaxis. ¡Qué dure!
Escribí este poema, a vuelapluma, en el jardín del Ateneu de Barcelona. Os los cuelgo porque es bueno decir lo que se siente, si aún creemos en la utopía y por más contradicciones que arrastremos.
JARDÍN DEL ATENEU
Invertir en cultura nunca es gasto, es construir futuro solidario. (de las memorias de un utópico desconocido)
Jardín del Ateneu. Tres palmeras
que escalan hacia el cielo, un limonero,
un estanque con peces, una fuente,
mesas entre parterres centenarios,
suave rumor de voces en la tarde
de un invierno que anuncia primavera.
Un oasis de paz en la ciudad,
en el patio trasero de un palacio
que es un Sancta Sanctorum de cultura.
Y en esta plenitud voy y me quejo,
este lugar es sólo para socios.
Férreo control de entrada, pon tu huella
para poder gozar del paraíso. La cultura es de pago, me hago cargo,