Leandro Fernández de
Moratín (Madrid, 1760 - París, 1828) fue el más relevante autor teatral de su época. También, aunque no sea tan conocido por ello, tiene una obra poética importante. Además, era hijo del también poeta y dramaturgo Nicolás.
Sus poemas y su teatro, quedan algo lejos de nuestros gustos actuales, pero esta elegía que os copio está considerada lo mejor de su poesía y para Lázaro Carreter, cuya opinión siempre respeto, a la altura de las grandes obras de la lírica castellana.
ELEGÍA: A LAS MUSAS
Esta corona, adorno de mi frente,
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, y el canto acabe,
que fuera osado intento repetirlo.
He visto ya cómo la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.
Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
fuera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo (*) habitadoras,
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,
no indigno sucesor de nombre ilustre,
dilatarlo famoso, a vos fue dado
llevar al fin mi atrevimiento. Sólo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente,
vano saber, enconos y venganzas,
codicia y ambición, la patria mía
abandonaron a civil discordia.
Yo vi del polvo levantarse audaces,
a dominar y perecer tiranos,
atropellarse efímeras las leyes,
y llamarse virtudes los delitos.
Vi las fraternas armas nuestros muros
bañar en sangre nuestra, combatirse,
Vencido y vencedor, hijos de España,
y el trono desplomándose al vendido
ímpetu popular. De las arenas
que el mar sacude en la fenicia Gades,
a las que el Tajo lusitano envuelve
En oro y conchas, uno y otro imperio,
iras, desorden esparciendo y luto,
comunicarse el funeral estrago.
Así cuando en Sicilia el Etna ronco
revienta incendios, su bifronte cima
cubre el Vesubio en humo denso y llamas,
turba el Averno sus calladas ondas;
y allá del Tibre en la ribera etrusca
Se estremece la cúpula soberbia,
que da sepulcro al sucesor de Cristo.
¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro?
¿Quién dar al verso acordes armonías,
oyendo resonar grito de muerte?
Tronó la tempestad; bramó iracundo
el huracán, y arrebató a los campos
sus frutos, su matiz; la rica pompa
destrozó de los árboles sombríos;
todas huyeron tímidas las aves
del blando nido, en el espanto mudas:
no más trinos de amor. Así agitaron
los tardos años mi existencia, y pudo
sólo en región extraña el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida.
Breve será, que ya la tumba aguarda
y sus mármoles abre a recibirme;
ya los voy a ocupar... Si no es eterno
el rigor de los hados, y reservan
a mi patria infeliz mayor ventura,
dénsela presto, y mi postrer suspiro
será por ella... Prevenid en tanto
flébiles tonos, enlazad coronas
de ciprés funeral, musas celestes;
y donde a las del mar sus aguas mezcla
el Garona (**) opulento, en silencioso
bosque de lauros y menudos mirtos,
ocultad entre flores mis cenizas.
Leandro Fernández de Moratín
(*) Sierra de Grecia consagrada a Apolo y las Musas
(**) Moratín tomó partida por el bando francés en la guerra de la inpedendencia, por lo que tuvo que exiliarse y residió en Burdeos, donde desemboca el Garona, entre 1821 y 1827.
Para profundizar en su vida y obra os dirijo a su portal en Cervantes virtual. En este enlace podéis encontrar unos cuantos de sus poemas y en esta otra web bastantes más poemas. Por su temática y formas, se cataloga a este autor en el XVIII, aunque por ejemplo esta elegía se escribió en el XIX.
Si os interesa la poesía del XVIII, que aunque no está a la altura de la de los siglos de oro tiene poetas interesantes, os recomiendo la edición crítica de Rogelio Reyes "Poesía española del siglo XVIII" publicada por Cátedra.