Juan Meléndez Valdés (Ribera del Fresno, Badajoz, 1754; Montpellier, 1817). Un buen representante de la poesía del XVIII que fue muy famoso en su época, pero que ha caído olvidado como casi toda la poesía de ese siglo. Para recordarlo he escogido estos heptasílabos arromanzados, que Luis Alberto de Cuenca denomina "joyita del fetichismo militante" (¿por su suave erotismo?) y en su edición de Las cien mejores poesías de la lengua castellana (Austral, 1998).
¡Qué llama por mis venas
discurre!¡En qué delicias,
en qué fragante aroma
se inunda el alma mía!
Éste es de Amor el templo.
Doquiera que la vista
vuelvo, mil muestras hallo
del numen que lo habita.
Del tocado las plumas
de un lado... Allí la cinta
que en torno del gracioso
rizado en arco gira.
Del cuello allá las perlas
enhiesto... la cotilla...
y en ella de sus pechos
la huella peregrina.
Besadla, oh venturosos
labios... Mas extendida
la gasa que importuna
lo cubre, allí se mira...
¡Oh, gasa!... ¡qué de veces!...
El lecho... Ven, querida,
ven, llega, corre, vuela
y mi impaciencia alivia.
En todo, en todo te halla
mi ardor... Tu voz divina
oigo feliz... Mi boca
tu dulce aliento aspira.
¡Oh, cuánto, Galatea,
padezco!... ¡Cuál palpita
mi pecho!... ¡En qué zozobras
mi espíritu vacila!...
Si en sólo imaginarlas
me matan tus caricias,
¿qué será...? No, no puedo
bastar a tanta dicha...
Mas ya sus pasos suenan...
Ya llega... ya... y rendida
en mis ardientes brazos
de amor se precipita.
Sostenme, oh blanda Venus,
sostenme, que mi vida
entre placeres tantos
débil sin ti peligra.
Galatea o la ilusión del canto. VII. Juan Meléndez Valdés
Esta versión procede de un borrador y difiere de la edición impresa recogida en el enlace inferior a su obra poética.
Os adjunto más información sobre el autor y su obra poética: Biografía y bibliografía. Y acceso a su Obra poética (1820), según la edición de Emilio Palacios que nos ofrece la Biblioteca Virtual Cervantes: Tomo I y Tomo II
2 comentarios:
Una maravilla. Qué refinado encanto de un enamorado (y enfermizo) amante. Es precioso, no había leído nada suyo a excepción de lo que vimos en la carrera.
Muchas gracias.
Ángel.
Tenemos mucho que aprender de los clásicos
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