Un poema sobre la dificultad de inspirarse para eso mismo, para escribir un poema y, una vez superado este primer escollo, los obstáculos para publicarlo dignamente. Hay algo de ironía, pero también unas cuantas verdades. Juzgad vosotros, compañeros de afición.
EL POETA ATRIBULADO
EL POETA ATRIBULADO
un poeta no puede jubilarse!"
Difícil me lo pones, que las musas
no visitan mi casa y el salir
en busca de aventuras que me inspiren
es cada día meta más lejana;
¡con lo bien que se está viendo la tele
o, subiendo el listón, leyendo un libro!
Pero, en
rapto de honor, voy y me lanzo,
y me bebo
los bares, ya sin humo,y me suena la flauta, ligo ligue,
y le escribo en su piel un buen poema,
que es el hilo que teje un poemario.
¡Ya tenemos producto!, ¿quién lo compra?
Pues
resulta que yo. Coedición
—palabreja
que indica que tú pagas—es de uso frecuente en estos días:
"Trescientos ejemplares, poca cosa,
seguro los colocas entre amigos",
te dice un ¿editor?, que de editor
sólo tiene tarjeta de visita.
Y piensas, pues entonces me autoedito.
Pero es el mismo rollo, dar la lata
cual vulgar vendedor de enciclopedias
(se me nota en el léxico la edad,
que con la red y wiki no se venden).
¡Claro, tenemos red! ¿Por qué no un blog?
Me animo, pongo en marcha la bitácora,
que esto se mueve solo?, promociona”,
me dice un enterado. Y aquí estoy,
descubriendo que en “tuiter” y en “feisbúk”
todo el mundo publica y nadie lee.
Concluyo
ya, que el verso ha de ser corto
de no más
de una página, o aburreen épocas de “tuits” y “whasapeos”.
Me guardo el poemario, queda inédito
y vosotras, las musas del Parnaso,
¡dejad de molestarme, por favor!
Ricardo Fernández Esteban ©
Denomino vuelaplumas a estos poemas, porque fueron escritos de corrido, aunque es verdad que han tenido algún retoque posterior. Aquí tenéis otras vuelaplumas de temática variada que voy publicando en el blog.