En el verano del 2014, me fui de vacaciones a mi propia ciudad y no la reconocí, luego repetí la experiencia en 2019, con resultado similar, y lo he vuelto a comprobar en 2023. Aquella Barcelona que se dejaba disfrutar, se ha convertido en la "Barcelolandia" que vende su alma por ser pasto turístico de masas.
"BARCELOLANDIA", UN PARQUE TEMÁTICO TURÍSTICO
Me fui de vacaciones a mi propia ciudad.
No la reconocí, no era la mía,
era un parque temático.
Ciudad que vives de venderte hasta el alma
y olvidas tus raíces, las que te hicieron única.
en una desmesura del culto a lo banal,
será mejor llamarte "Nueva Barcelolandia".
Más cruceros que nadie, hoteles llenos,
orgullosa proclamas ser líder en turistas;
ya son quince millones y de ellos doce "guiris", (*)
el ochenta por ciento del público en las Ramblas
y casi el cien por cien en las tiendas de lujo
o en los bazares de souvenirs horteras.
Pero hay otra visión más pesimista:
barrios desertizados por los pisos turísticos,
mantas en cada esquina, "manguis" que hacen su agosto,
borracheras y drogas, okupas y navajas,
un "Bronx mediterráneo"
que está ganando fama de ser "ciudad sin ley"
Vas a morir de éxito o fracaso;
sí, sí… ya sé que hay crisis y que así
vamos tirando y consumiendo, ¡vale!,
el pan del hoy va a ser el hambre del futuro,
y si no al tiempo que las hordas bárbaras,
cual caballo de Atila, a otros pastos se irán
cuando los nuestros se hayan agostado.
¿Es el “turismo sostenible”, una utopía?,
¿se puede regenerar esta ciudad?
Vaya preguntas que haces a un escéptico.
Yo prefiero decir que me encanta quien viaja,
sabiendo diluirse en el entorno
para ser mucho más que un mero transeúnte;
y que la "ley y el orden"
no es tema de derechas ni de izquierdas,
sino de mera convivencia.
Pero mejor me callo, sigo de vacaciones
que con este discurso me van a mirar mal
los que viven del cuento, o se lo inventan
de modo que el final siempre suene feliz.
Vuelaplumas (2014- 2019). Ricardo Fernández Esteban ©
(*) Hay informes recientes en que el número de visitantes supera los 25 millones.
En este artículo de 2017 podréis ver los riesgos que se abaten sobre las ciudades que en la cima del éxito turístico han perdido su identidad. Como se dice: cuanto más alto se está más dura puede ser la caída. Y en este otro de julio de 2023, se ratifica que hemos vuelto y posiblemente superado las situaciones prepandémicas con una absoluta masificación.
Para que tengáis una referencia a otra época de la ciudad, preolímpica y preturística, os remito a mi poema Barcelona, Ciudad canalla, acerca de la ciudad entre los sesenta y los ochenta del pasado siglo.
Adenda de agosto de 2019: Pues, cuatro años después de escribir la primera versión del poema, las cosas van de mal en peor. La presión turística está encareciendo los alquileres, ya que son más rentables los pisos turísticos alquilados por días que expulsan a los ciudadanos de sus barrios de siempre. Por otra parte la inseguridad ciudadana y la venta ambulante aumentan en esta ciudad desnaturalizada. ¡Mal vamos!
Adenda de julio de 2023: La pandemia, que nos trajo tantas cosas malas, nos compensó al menos con una buena: bajó la masificación turística en Barcelona. Pero por desgracia en 2022 y sobre todo este año, hemos vuelto a la situación anterior y estamos sometidos a esa invasión turística, agravada por la dificultad de trasladarse a través de la ciudad, a causa de las obras, la disminución de carriles de circulación y el mal servicio del transporte público.
La ciudad va a dejar de ser una unidad de servicios y convertirse en una suma de barrios mal comunicados. Es una pena porque la oferta de una ciudad ha de ser facilmente accesible para sus ciudadanos, y entre turistas y barreras de comunicación cada vez estamos más aislados en nuestro barrio.
Me diréis que hay unos magníficos ejes verdes. Serán magníficos para los que viven allí de propiedad, porque los alquileres se han disparado y van a expulsar a sus residentes para caer en manos de inversores y turistas de altos vuelos, y además se han congestionado otras calles vecinas.
Al menos, parece que ha disminuido la venta ambulante (excepto en las playas) y se han eliminado los bicitaxis. ¡Qué dure!