OLOR A TIERRA MOJADA
De esta otoñal mañana
que anuncia los finales del verano,
hoy llega a mi ventana
el resplandor lejano
de una sonora y eléctrica tormenta
y me regala olores
de la seca campaña
árida, polvorienta,
tras un duro verano de calores.
La lluvia, que a la seca tierra baña,
sedienta se la traga la montaña
y el 'petricor' que deja,
me llena de nostalgias y placeres.
El cielo vespertino ya refleja
la más dorada luz de atardeceres.
Yo quisiera dormir en las espigas
que acarician los dedos de los vientos,
que su suave vaivén mi cuerpo meza,
ingrávido, aunque al tiempo, prisionero.
Sentir del sol su gran calor ardiente
al despeñarse el fuego de sus rayos,
bañarme en el perfume de las eras
cuando el trillo separa paja y grano.
Que sólo me despierte el tintineo
del rebaño que cruza la cañada
o del pastor su ahilado y suave silbo
cuando a su perro fiel, ordena y manda.
Rehén quisiera ser en pleno agosto
del cielo de la noche de mi tierra,
morir de vida en mi alta Extremadura
leyendo de Chamizo algún poema.
Juan José Romero Montesino-Espartero
Con peluca de rizos colorada
y chaqueta de gran botonadura,
amor y pinceladas de ternura,
alegra a la inocente muchachada.
De colorines pinta su fachada
y engrandece su boca sin mesura,
oculta con su risa la amargura
de una vida maltrecha y desgarrada.
Se funden con sus largas camisolas,
la chanza, cuchufleta, y la chacota,
por más que luego triste llore a solas
Nadie sabe que, tras su narizota,
sus mágicas piruetas y cabriolas,
esconde el gran dolor de un alma rota.
Voy en vuelo rasante por la vida
porque las alas que me dio el destino
no dan para volar mucho más alto,
pero me otorga la ventaja inmensa
de controlarlo todo más de cerca,
tomar conciencia exacta de las cosas
aunque deba chocar con realidades
que van reptando al mismo ras del suelo.
Juan José Romero Montesino-Espartero