A VECES VEO BRILLAR LOS OJOS DE MI MADRE
Mamá, un instante en la sed fue tu existencia
y ahora huele mucho
a incendios que se comen el monte por la noche.
Me acuerdo, mamá,
del día en que viniste del mercado
con una bolsa llena de peces tranquilos.
Si estuvieras aquí, si vivieras, mamá,
me acostaría a tu lado
como se acuesta un perro para verte vivir
y me estaría así siempre:
como en los terremotos los móviles de los muertos
siguen sonando bajo las ruinas eternas.
II
Mamá, todas las cosas tristes vinieron tras tu muerte
y las locas palabras del dolor y la nada
vinieron tras tu muerte
y el sentido de mi vida suda ahora de miedo
en la oscuridad de las habitaciones vacías,
pero no siento lástima, yo ya no siento lástima
porque fui entrenado para correr hacia un cable de alta tensión,
para decirle al viento:
¡Venga, vamos a olvidar que la vida es muy triste!
¡Venga, vamos a rescatar cadáveres de pan en los aljibes!
¡Venga, vamos a imitar todos a esos jóvenes rubios
que se van a los parques por la noche
y vomitan debajo de los árboles
y le rompen el sueño a los gorriones,
a esos muchachos núbiles que están en todos partes
y no creen en la muerte, y no creen en la muerte!
III
saber besar el pan y a persignarme
con las manos enteras manchadas de merienda.
Te recuerdo, mamá, toser ceniza púrpura
y recuerdo también las semillas sin peso que vuelan en la luz
y cómo las mirábamos sentados en el porche
surcando por el aire de los bellos veranos de mi infancia.
Y recuerdo a una monja tejer sudarios grises
y en su rostro una leve sospecha ensimismada
de que la vida ocurre inútilmente.
IV
A veces veo brillar los ojos mi madre.
Mi madre tan enferma que se murió muy joven,
mi madre junto al mar, mi madre en los quirófanos,
tan frágil y sublime como un mirlo temblando entre la nieve,
mi madre y el perfume de los ángeles.
Así es como la vida se llena de tristeza.
Mi madre amortajada. Los ojos de mi madre.
Mi madre y esa manía que tienen las cosas de agarrar siempre polvo.
Mi madre y esa serenidad que hay en los ojos de las reses.
El dolor y el recuerdo son una misma llaga
que tiembla en mi garganta.
Si vieras, mamá, se curaría
toda esa sed de Dios que hay en las cosas.
Miguel Sánchez Robles